Pintar un cuadro es como enamorarse. Digo ésto, porque como
yo ya no me enamoro, tengo que sustituirlo con algo.
Primero salgo a la calle con la cámara preparada, con ansiedad
y cierto miedo (como cuando iba a "ligar"). Ahora me doy cuenta
que la cámara es un poco fálica, con su objetivo que se alarga y se
retrae. El flechazo se produce cuando hago la foto, aunque, a ve-
ces, no me de cuenta enseguida. Después, mientras estoy pintan-
do el cuadro, se produce un apasionamiento, que va creciendo mas
y mas ........ Finalmente, acabo el cuadro, que es cuando me digo:
este es el mejor cuadro que he pintado en mi puta vida. Hemos
llegado al orgasmo.
Después del éxtasis, me tranquilizo, ceno, me acuesto, duermo ......
Al día siguiente, quito el cuadro del caballete, y empiezo a pensar
en otro, incluso me molesta, porque no le encuentro sitio. Pasados
2 ó 3 días, estoy deseando perderlo de vista, porque eso supon-
dría que lo he vendido, que es, a fin de cuentas, el verdadero obje-
tivo de mi trabajo. Cuando cobro es otro orgasmo (el último). Ya
sólo me queda guardar una reproducción de recuerdo.